Autor: Anónimo
Resumen: Aquello mañana en la cocina del conde de Sánwich había una gran agitación. Los cocineros preparaban salsas, ensaladas, ricos asados... Todo tenia que estar a punto para cuando vinieran sus invitados. En el comedor, la doncella y el mayordomo preparaban los últimos detalles de la mesa: mantel de hilo con ricos bordados, vajilla de finísima porcelana, cubierto de plata maciza y delicadas copas de cristal hechas a mano.
Cuando llegó la hora, el conde fue recibiendo a su ilustres invitados y, después, les dijo estas palabras:
- Señores, es un honor que hayan acepto mi invitación. Ahora, si les parece, podemos jugar una partida de cartas hasta que nos avisen para comer. Las risas de los caballeros se oían en toda la casa. Tras un buen rato apareció el mayordomo, quien, haciendo una reverencia, dijo:
- Señores ya pueden ir al comedor
-iremos al terminar la partida- contestó el conde. Puedes irte.
Pero cuando acabó la partida como estaban muy animados con el juego empezaron otra partida y, luego otra, otra más... Así pasaron las horas y por fin se sentaron a comer las ensaladas habían perdido su frescura y los asados presentaban una apariencia poco atractiva. Desde aquel día se hacían mas frecuentes las quedadas con sus amigos. Uno de aquellos días el conde jugaba a las cartas con sus amigos, el mayordomo entró en la cocina entristecido, acababa de avisar al conde por cuarta vez de que la comida estaba servida. Pero ni él ni sus invitados le habían hecho caso, entonces el cocinero tubo una idea y decidió proponérsela al mayordomo su compañero de trabajo. Mayordomo llamo a los camareros y les dijo:
- Preparad cuatro bandejas por favor.
Mientras el cocinero empezó a cortar el asado en filetes. A continuación, partió unos tiernos panecillos y puso un par de lonchas en cada uno. Poco más tarde, cuatro camareros seguían al mayordomo transportando las bandejas. Los jugadores se quedaron asombrados, vieron que los sirvientes les ofrecían suculento asado de una forma muy original en un trozo de pan
- ¡Está buenísimo! - exclamo el conde -. Los felicito.
Y de esa manera fue como nació el Sánwich.
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