Erase una vez una mujer llamada Tíscar, ella era muy trabajadora. Todos los días ella tenia trabajar fuera y que limpiar la casa y nunca podía descansar. Su hija era la única que le ayudaba en la casa, ella fregaba, barría, planchaba, hacía de comer, ponía la lavadora, etc. Un día las dos se reunieron con el padre y el hijo para contarle que eso no podía seguir así. Ellos lo entendieron y desde aquel día todos trabajaron en la casa, tuvieron mucho tiempo para compartir juntos y fueron felices para siempre.
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